1. Breve introducción histórica y teórica
Para empezar, partiremos de la base de que la imagen del psicólogo en España está muy desvirtuada. Hasta hace no mucho, Psicología era una licenciatura de la carrera de Filosofía (muy necesaria para comprender la Psicología, aunque también cabría pensar en la imagen que se tiene del filósofo en España históricamente y darnos cuenta de que no es tan distinta a la del psicólogo).
Tras la instauración del régimen franquista, los estudios en Psicología, que hasta entonces gozaban de cierto rigor científico, pasaron a ser un anexo a los estudios en Filosofía; y no solamente esto, además, la Psicología abandonó todo tinte científico que poseyera hasta el momento para convertirse en Psicología escolástica. Las generaciones que vivieron esa época tan turbia de la Psicología en España son padres de la nuestra, por lo que históricamente estamos sentenciados.
Por otra parte, la carrera de Medicina siempre ha sido vista como una ciencia rigurosa y efectiva, una carrera digna, de bata blanca; si ya estábamos sentenciados, ahora estamos cuanto menos condenados al ostracismo científico (y no es debido a la Medicina pero se).
Los medios tampoco ayudan cuando hablan de comportamiento aludiendo siempre al cerebro, distorsionando aún más nuestra imagen y nuestro potencial. La actividad cerebral es correlativa a la conducta, no causal. Por tanto, si el cerebro no es la causa del comportamiento, ¿qué dice exactamente un cuadro diagnóstico de nosotros? Nada, no explica nada acerca de la causa y mantenimiento de nuestra conducta. Si una mujer se induce el vómito podríamos decir que es debido a que sufre de bulimia, pero si nos preguntamos por qué sufre de bulimia la respuesta que recibiríamos sería que es porque se induce el vómito. Nada clarificador.
2. Análisis de la problemática
¿Cuál es el fin de establecer las causas de un conjunto de conductas problema en un cuadro diagnóstico, para así etiquetar?
Tiene varios fines, pero tiene un fin para mí bastante relevante. Fin que, a mi juicio, se da en la mayoría de las personas, y este fin es muy diferente al de generar dinero mediante los fármacos que les son recetados a las personas etiquetadas, pues considero que se da de forma estructural.
Este fin tan común y hegemónico no es otro que la retirada de la culpa colectiva (y no tan colectiva) al crear a personas inseguras mediante nuestros comportamientos sin tomar conciencia nunca de los mismos.
No queremos admitir que hacemos cosas mal, que en ocasiones somos partícipes del daño que generamos en otros, que la culpa (o parte de ella) es nuestra, que la causa del daño (o parte del daño causado) está en nuestro comportamiento, en la forma en la que hemos aprendido a comportarnos. Es preferible achacarlo a una “anomalía cerebral” o a una “mente defectuosa”.
Con tal de escapar del miedo de ser culpables del dolor ajeno, se aceptó desde los círculos “científicos”, erróneamente, que toda conducta socialmente disonante es debida única y exclusivamente a una enfermedad “mental”; que en esencia no es más que para muchos profesionales una enfermedad física, siendo la mente concebida como una proyección del funcionamiento del cerebro.
2.1. Toma de conciencia y olvido
Pero antes de nada, ¿qué significa “tomar conciencia”? La toma de conciencia es la descripción verbal de la contingencia de una conducta; tras esto, el sujeto conoce el “para qué” de su conducta, los motivos por los que la realiza.
El estímulo verse realizando la conducta problema se verá castigado tras la toma de conciencia, al percibirse como desadaptativo y dañino a medio-largo plazo. Además, la persona que se observe realizando tal conducta se percibirá como “débil” o “malo”, lo cual la castigará (reducirá su frecuencia).
¿Para qué olvidar la toma de conciencia? Para no cambiar ¿Para qué no cambiar? Para evitar sentirnos rechazados por nuestro entorno tras el cambio. El olvido de la toma de conciencia se lleva a cabo por reforzamiento negativo, por el miedo a que, al realizarla, nuestro entorno nos rechace, quedándonos irremediablemente solos.
Algunos ejemplos de cómo nuestro entorno nos rechazaría por realizar conductas que denuncien el daño a los demás pudieran ser:
1. “¿Pero cómo puedes decir que la esquizofrenia no es una enfermedad?” y “¿pero cómo puedes tratar de poner la causa en mi comportamiento del mal de otro, me estás llamando malo?” al tratar de hacer ver que las personas “alucinan” debido a lo castigadas que fueron y al trato que recibieron.
2. “¿Y esto es culpa mía como hombre?, ¡si solo he hecho un chiste, ni que hubiera perseguido a una chica por la calle!, ¿acaso no entiendes una broma?” al hacer ver que no todo es humor, que los “chistes” también hacen daño debido a lo sensibilizado que se encuentra el colectivo hacia los mismos por la incesante exposición y por el tipo de mensajes que normalizan, los cuales restan seriedad a su lucha.
Por otra parte, quien no se inmuta ante lo que está mal, es percibido socialmente como “malo” o como partícipe del mal en cuestión, un secuaz, un sirviente del mal, alguien que no merece ser amado. En este caso, olvidar podría cumplir la función de protegernos del miedo a ser percibidos como malos. Nadie quiere a los malos, papá no quiere a los malos, la sociedad no quiere a los malos, aprendes que si eres malo puedes quedarte solo.
Al final nos vemos inmiscuidos en la tesitura de defender un bien social o no quedarnos solos. Quedarse solo es realmente doloroso, así que preferimos o bien no denunciar el daño o bien seguir dañando y olvidar.
En resumen, el rechazo del entorno hacia tu persona por llevar a cabo conductas con el fin de generar una toma de conciencia en los demás podría darse por la necesidad que tienen los demás de no sentirse culpables de lo que tú denuncias y no sentir que valen menos que tú. Por ejemplo, ser menos empáticos o comprensivos que tú, lo cual no les gustaría (“ya viene el señor políticamente correcto a darnos la vara, qué cansino”).
Con psicoeducación, mediante la toma de conciencia y el diálogo socrático, podríamos hacer ver que ciertas conductas pueden tener consecuencias realmente hirientes en los demás y en nosotros mismos. De tal forma, el verse realizando una conducta de tal índole o el verse permitiéndolas “haciendo la vista gorda” equivaldría a verse como “malo” o a verse como “débil”, y la conducta problema se vería castigada (se reduciría su frecuencia).
También puede no llegar a realizarse una conducta cuyo fin sea denunciar el daño perpetrado por los demás debido a:
1. El miedo a que no tenga ninguna consecuencia, pudiéndose llegar a intuir una conducta inútil, o pudiéndonos concebir en consecuencia como personas que no valen para generar un cambio (como el que se cansa de aconsejar a un amigo que no cambia).
2. El miedo a no recibir apoyo y vernos solos defendiendo una causa, lo cual dejaría entrever que defiendes causas que no importan, que lo que te importa es insignificante o que estás condenado a sufrir tal injusticia (lo cual generaría indefensión en el individuo).
Para terminar y dejar claro el poder de la toma de conciencia en la psicoeducación me gustaría proponer un ejemplo de cómo podríamos prevenir el racismo en generaciones futuras. Cuando decimos que una persona es racista, es debido a cómo se comporta.
Algunas de las funciones de las conductas racistas pudieran ser:
1. Evitar ser robados, ya que muchos realmente creen que los inmigrantes racializados roban (o bien bienes, o bien el trabajo) y sienten realmente miedo al verlos. No es casual que en tiempos de crisis (de falta de trabajo) el racismo se exprese con mayor fuerza.
2. Cuando se es observado con miedo por alguien se puede sufrir mucho, si te tienen miedo es porque eres malo. Si te miran con miedo es porque estás siendo tratado como se trata a lo peor de todo. ¿A que no tendrías miedo de una buena persona?
3. Evitar que sus hijos se emparejen con una persona racializada para ejercer el rol de buenos padres, pensando que sus hijos podrían estar en peligro al tener relaciones sentimentales con personas de tales características (ejerciendo el papel de protectores, de buenos). Tras esto dejarán bien claro a sus hijos lo mucho que odiarían a su pareja si fuera alguien racializado y el dolor que sentirían sus padres por no estar con alguien “normal”.
4. En la línea del punto anterior, un hijo podría no emparejarse con alguien racializado debido al miedo a que su padre le retire el aprecio que tanto necesita recibir de él; además, quien hace daño a sus padres es un mal hijo y emparejarse con una persona racializada podría generar mucho malestar en tus padres.
5. Sentirse superior a alguien, más válido que otro por una cualidad del individuo (ser caucásico español), lo que da una sensación de control sobre la valía absoluta al ser una cualidad inmutable. No se puede dejar de ser caucásico español y por lo tanto no se puede dejar de valer más que una persona racializada. Te salvas de ser el que menos vale. Algunos racistas pudieran necesitar al hombre racializado aunque afirmen lo contrario, pues sin él serían infelices al no tener con quién compararse.
6. En la línea del punto anterior, dar comida a un caucásico español antes que a una persona racializada cumple la función de dejar claro quienes son los que valen (los que se encuentran por encima) y quiénes son los que no (los que se encuentran por abajo), así que “si sobra pues que coman, lo que no se puede permitir es que los que valemos más pasemos hambre”. En esencia, las personas que piensan así son muy inseguras respecto a su valía y su autoestima.
Dar a luz estos “para qués” a nuestros jóvenes y, en la medida en la que puedan comprenderlo, a nuestros niños, ayudará a crear una sociedad futura más igualitaria y les permitirá explicar el por qué (para qué) sus padres o adultos cercanos (que son modelos de referencia) actúan de forma racista en algunas ocasiones.
La toma de conciencia no siempre ha de ser llevada a cabo para conductas que se encuentren en nuestro repertorio o para comprender por qué los demás tienen comportamientos que nos dañan, también ha de ser llevada a cabo para dar explicación y prevenir futuras adquisiciones de conductas hirientes hacia las personas en general, con el fin de construir una sociedad mejor.
2.2. La errónea filosofía del pueblo occidental
Culpa, libertad, elección, religión, locura, mentalismo y política están fuertemente interrelacionadas entre sí, hasta el punto de ser imposible entender nuestra sociedad al completo obviando solo una de ellas.
Un determinista ambiental niega la libertad y, por ende, la elección; sin elección no hay culpa, sin culpa no tienen sentido las leyes que “castigan” a las personas pero no tratan de modificar el ambiente.
Añadir también que, sin elección, no tiene sentido la democracia, y que la no democracia no conlleva necesariamente a la dictadura (falso dilema) ya que desde la publicidad del sistema se trata de hacer ver que todo sistema alternativo a la democracia y al capitalismo es “imposible” o “insostenible”. Esto último es tan discutible como falso.
Por otra parte, la “culpa” es un término judeo-cristiano implantado hasta el tuétano en nuestra sociedad occidental, sin culpa no hay “malos”, sin “malos” no hay “buenos”, sin “buenos” no hay cielo, si no te mereces el cielo nunca sabrás si valiste realmente como persona en la Tierra y la duda es más ansiosa que lo malo conocido. Este problema se debe a dejar a Dios el papel de juez de nuestra valía.
La dualidad entre cuerpo (terrenal) y alma (espiritual) ha propiciado que exista en Psicología la dualidad entre cuerpo y mente, y que las personas acepten esta supuesta escisión fácilmente. Echar la culpa a la mente de alguien o a su alma contaminada te libera a ti de la misma culpa, al igual que culpar al cerebro.
Si la causa no está en el cerebro, ni en la mente, ni en el alma, ni en la culpa… ¿Quién es el “loco”? ¿Quién es el “trastornado”? No existen. Llamamos “trastorno” y “enfermo mental” a aquel que realiza una serie de conductas, pero que las realice es debido a que el ambiente las está manteniendo de alguna forma, incluyendo también los “beneficios” que puede traer el rol de “loco” o de “enfermo”.
Los culpables siempre son los “malos”. Nadie quiere ser visto como “malo”, porque los malos no merecen el perdón de Dios ni de nadie. Aquellos que tienen “malas” conductas han aprendido a comportarse así debido a su ambiente y nosotros formamos parte de ese ambiente: eso supuestamente nos haría culpables de su maldad, pero ni mucho menos, porque nosotros nos comportamos como lo hacemos debido al ambiente que nos rodea también. Hay que dejar de lado la culpa, hay que empezar a generar cambios, hay que psicoeducar, ¿pero como?
3. Psicoeducación en determinismo ambiental: cómo conseguirla
Es común escuchar que se debe psicoeducar a los niños y a las personas en general para llegar a hacer un cambio, pero con el sistema actual es imposible conseguirlo. Si psicoeducáramos a la población desde el determinismo ambiental el sistema cambiaría radicalmente, el mundo se pondría “patas arriba” y eso no interesa a muchas personas.
Aún así es posible, propongo ahora un plan de acción en el que nosotros, los analistas de conducta, deberíamos:
1. Hacer entender sus bases filosóficas a los grupos que exigen cambios, es decir, a los colectivos comunistas y anarquistas.
Para ello deberíamos hacernos conocer y entender (humildad), es probable que las deficiencias de los países comunistas sean debidas a que no utilizan el análisis funcional de la conducta como tecnología para organizar sus sociedades.
Organizar charlas con sindicatos pudiera ser una de las formas de acercarnos a estos colectivos y hacerles ver el potencial de nuestros análisis en particular y de nuestra filosofía en general.
Si conseguimos que nos tengan en cuenta cambiarán su discurso, en el sentido de que cambiará su forma de expresarse para llegar a los mismos fines comunes, pero esta vez con una perspectiva científica que les apoye en todas y cada una de las ideas de cambio que quieran llevar a cabo.
2. Hacernos ver en los medios, buscar la forma de captar la atención de las cámaras. Para esto sería indispensable conseguir que el primer punto sea una realidad.
3. Crear entornos Walden, de la misma forma que existen pueblos como Marinaleda que se dirigen hacia el desarrollo de un modelo económico alternativo al capitalista. Para esto será necesario llegar a conseguir que los dos puntos anteriores se conviertan en una realidad, habiendo conseguido convertir nuestra filosofía en un estímulo apetitivo para un mayor número de personas.
4. Una vez creadas estas sociedades Walden (en principio pequeñas, organizadas como pueblos), publicitarlas lo máximo posible por las redes, ofrecer información y crear propaganda para su expansión territorial y su crecimiento poblacional. Asentarnos para conquistar en lugar de dominar.
Debemos darnos a conocer. Para expandirnos debemos seguir divulgando, pero sobre todo, debemos llegar a establecer lazos y puentes entre los afines al conductismo y los afines al cambio del sistema actual que solo nos daña y nos perjudica.
Para esto no solo será necesario que los conductistas sigamos aprendiendo, también será completamente necesario que los colectivos más reivindicativos y luchadores aprendan de quiénes somos y qué defendemos.
Requisitos para esto último: paciencia (no querer generar el cambio rápido), seguir el orden que he indicado (pienso que es la mejor forma de evitar que nos desvirtualicen) y constancia.
Quizá solo así, en el futuro, podríamos llegar a formar sociedades cuyos individuos que dejen de dañar psicológicamente para no ser dañados y dejen de aceptar ser dañados si ello conlleva ser aceptados.
El cambio es posible, la sociedad que nos merecemos también.
REFERENCIAS:
· Carrasco, T. J. (s. f.). Mecanismos terapéuticos intercambio verbal terapeuta-paciente.
· Carrasco, T. J. (s. f.). Qué significa realmente valer.
· Carrasco, T. J. (s. f.). No hay otra disciplina más importante que la Psicología.
ACERCA DEL AUTOR
Perfil del autor:
Estudiante de Psicología en la Universidad de Granada y futuro psicólogo clínico.
Otras publicaciones del autor:
-
This author does not have any more posts.