La “atención” y la “concentración” son consideradas por la mayoría de los expertos como dos de las variables psicológicas más importantes e influyentes en el logro del éxito deportivo.
Muchas veces hemos oído por parte de entrenadores o aficionados el “estate atento” o “tienes que concentrarte”. Sin embargo, si profundizamos en estas peticiones, el cumplir exitosamente con una exigencia psicológica, sin enseñar antes al deportista, es un deseo que puede resultar tan utópico, como pedirle a un atleta un récord del mundo de velocidad sin enseñarle técnica de carrera, o como pedirle a un niño que te resuelva un problema de cantidades sin antes haberle enseñado a sumar o restar.
¿Qué le estamos pidiendo realmente al deportista? Lo primero que vamos hacer es definir términos.
1. Definir términos para poder medir las variables
Williams James, en 1890, ya nos habló de la “atención” como “lo que ocurre cuando la mente de una forma clara y vívida toma posesión de uno de entre los que parece ser simultáneamente varios objetos o cadenas de pensamientos posibles”. Dicho en “cristiano”, al parecer la atención es el factor explicativo de por qué nuestro foco de pensamiento y/o vigilancia se dirige hacia unos estímulos y no a otros.
La “concentración” o “atención sostenida” está relacionada con el aspecto temporal de la “atención”, pero quizás es simplificar mucho el término. Moran (2004) la definió como “la capacidad de una persona para ejercer un esfuerzo mental deliberado sobre lo que es más importante en una situación dada”. Podemos concretarla como una relación bidireccional entre el periodo de tiempo en el que mantenemos un nivel ejecutivo, y la consistencia en dicha ejecución en ese periodo.
Definido cada término, lo siguiente es saber “qué estoy pidiendo al deportista cuando le exijo que esté atento”. Weinberg y Gould (1996) recopilaron conocimientos explicando tres procesos básicos relacionados con la capacidad atencional del deportista:
· Selectividad Atencional: hace referencia a la capacidad del individuo de controlar la direccionalidad del foco.
· Capacidad Atencional: hace referencia a su competencia respecto a distinguir y separar los estímulos relevantes de los irrelevantes.
· Alerta Atencional: se refiere al estado de vigilancia del sujeto y la amplitud de su foco atencional.
Por lo tanto, y en referencia a las exigencias transmitidas, lo primero que le estamos pidiendo al individuo es “control para seleccionar los estímulos dominantes (aquellos que ocupan lugar preferencial en la atención) de los fluctuantes (aquellos que pueden aparecer y/o desaparecer en la situación en la que se encuentra el deportista, pudiendo ser externos o internos, y que distraen al deportista de los estímulos relevantes para la ejecución)” (Dosil, 2008).
Pero también, al dirigir hacia ellos el foco, poder “dividir ese foco entre varios estímulos cuando sea necesario, la capacidad de cambiar el foco cuando lo necesite, y el sostener esa atención, dentro de un rendimiento óptimo, en el tiempo: concentración” (Sohlberg y Mateer, 2001).
Todas estas peticiones, además, implican ya de por sí una serie de conocimientos previos, provenientes de la relación entre el aprendizaje por observación e interacción (el experiencial) con la parte deportiva y no deportiva. Esto es porque la “atención”, como proceso cognitivo, es “tremendamente compleja”, debido a su relación con otros procesos como pueden ser la “memoria” (Matute et al. 2009) o las “funciones ejecutivas” (Rebollo & Montiel, 2006).
Por ejemplo, en baloncesto, un jugador que no sabe botar la pelota necesitará enfocar su atención en el drible mientras realiza la acción. Sin embargo, alguien con gran habilidad técnica en el manejo de balón, realizará esta acción de una manera casi automática, convirtiéndose el bote en un “estímulo fluctuante”, pudiendo dirigir la “atención” a otros, como la búsqueda de pase o la lectura del juego, que se convertirán en los dominantes.
Pero no solo eso, sino que en el proceso intervienen otros factores disposicionales que directa o indirectamente pueden alterar nuestro nivel atencional, como pueden ser la “fatiga” (por ello es importante también contar con un adecuado estado físico) o el “sobre-estrés”.
Este último es consecuencia de la falta de “recursos” del deportista para afrontar la situación competitiva concreta, lo que provoca una sobre-activación del organismo que afecta directamente a la “concentración”, a la capacidad del individuo para mantener un correcto estado de alerta y para controlar la dirección y la intensidad del foco atencional. Uno de los efectos más conocidos es la “visión de túnel” (Dirkin, 1983), fenómeno similar al que ocurre en los procesos de memoria, fatiga prolongada o velocidad.
2. Tipos de atención en el contexto deportivo
Suponiendo que el deportista disfruta de suficientes recursos para dominar todo lo nombrado anteriormente, aún hay que tener en cuenta otro aprendizaje: las necesidades de foco atencional varían no solo entre deportes, sino también entre momentos o circunstancias del mismo deporte.
Tomando como base las teorías sobre el estilo atencional propuestas por Nideffer (1976, 1991) sobre las dimensiones de la atención, encontramos:
· Atención interna-externa: se refiere a la capacidad del individuo para atender a sus propios “procesos mentales” o “internos”, o por el contrario, de hacerlo ante estímulos “externos”.
· Atención estrecha-amplia: se refiere a la capacidad del individuo para prestar atención a un número más reducido o más amplio de estímulos.
Así, por ejemplo, no será el mismo contexto para un ajedrecista, que necesitará un foco atencional más interno y reducido; para un tirador olímpico, con necesidades atencionales externas y estrechas; para un contorsionista, con imperativo de atención interna y amplia; o para un jugador de balonmano, con necesidades externas y amplias.
Pero, de la misma manera, un jugador de baloncesto no tendrá las mismas necesidades en una acción de juego (atención externa y amplia), que en un tiro libre (atención externa y estrecha), o que en un momento de reflexión post-partido (atención interna y amplia/estrecha).
Pese a todo esto, voy a comunicar una buena noticia: gracias a los diferentes escenarios que se dan tanto en contextos deportivos como extradeportivos, la gran mayoría de “capacidades atencionales” se van trabajando y moldeando de forma directa e indirecta, consciente e inconsciente, conforme van sucediendo las experiencias y en la relación del deportista con el medio.
3. Cómo mejorar las capacidades atencionales de mis jugadores
Ahora bien, no todos los deportistas tienen la misma capacidad de aprendizaje, ni las posibilidades experienciales para adquirir ciertas capacidades atencionales…
¿Qué se puede hacer como entrenador para mejorarlas?
Lo primero debe ser el análisis y detección de necesidades. Esto lo podemos realizar a partir de:
· Observación directa por parte del cuerpo técnico (qué importante para esto un psicólogo deportivo· Petición y autoconocimiento de los propios deportistas (es bueno para ello un buen feedback y unas correctas vías de comunicación del cuerpo técnico con cada uno de ellos).
· Análisis estadístico individualizado.
· Cuestionarios: dependiendo de las variables a evaluar podremos aplicar diferentes pruebas y cuestionarios, que a su vez pueden funcionar a modo de elementos de entrenamiento extra-deportivo, como el Test del trazo (Sierra-Fitzgerald, 2001) el test de Stroop (Stroop, 1935), el Test de Clasificación de Tarjetas de Wisconsin (Grant y Berg, 1948; Heaton, 1981), el Test de ejecución continua de Conners (Coners, 1994), o la Rejilla de Concentración (Harris & Harris, 1992).
Por otro lado, una vez definidas las necesidades, podremos aplicar técnicas que se describen de manera general y contribuyen al entrenamiento de la atención y concentración. Algunas de ellas pueden ser:
· Control de la activación: enseñar al deportista a regular sus niveles de activación para poder mantener unas condiciones psico-fisiológicas óptimas para el control del proceso atencional.
· Dominancia físico-técnica: tanto conocimientos técnico-tácticos que permitan la automatización de ciertos patrones motores, como entrenamiento de otros conceptos como la toma de decisiones o la velocidad de reacción, o el adecuado estado físico que minimice los efectos de la fatiga.
· Empleo de palabras clave: es una forma de auto-diálogo para dirigir el pensamiento consciente.
· Establecimiento de rutinas: ayuda a los deportistas a focalizar la atención.
· Ejercicios y formación en el control visual y “cambio en la atención”: para aprender a cambiar la atención, a “estacionar” los pensamientos, a mantener el foco, a “seleccionar” los estímulos dominantes, etc. (Weinberg y Gould, 1996).
· Simulaciones en la práctica: generar escenarios para el deportista para que intente controlar aquellas variables adversas similares a las de la competencia, como oponentes, condiciones del terreno de juego, ruido, etc.
Sin querer extenderme más, y sabiendo todo esto, quizás antes de pedirle al jugador que esté “atento” y “concentrado”, habría que plantearnos cómo le hemos instruido para entender y aplicar nuestras peticiones.
REFERENCIAS:
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· Weinberg, R. S., & Gould, D. (1996). Fundamentos de psicología del deporte y el ejercicio físico. Barcelona: Ariel.
· Zafra, O. (2018). Aurelio. FOCAD para División de Psicología de la Actividad Física y del Deporte, 1-30.
ACERCA DEL AUTOR
Perfil del autor:
Licenciado en Psicología en la Universidad Miguel Hernández de Elche. Máster en Psicología del Deporte y el Ejercicio. Estudiante del Máster de Psicología General Sanitaria en UCAVILA. Psicólogo deportivo en clubes, consulta privada y cursos de entrenador. Entrenador Superior de Baloncesto.
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